Las empresas han reducido a la mitad su apuesta por las ayudas sociales. Es el llamado salario emocional.
El coste oscila entre los 500 y los 0,85 euros según el sector. Quizá en el contexto actual, con una inflación desbocada que ha tocado los dos dígitos, y a puertas de un otoño caliente para la negociación colectiva, se antoje inoportuna la idea de que esto compensa la pérdida de poder adquisitivo.
La complejidad burocrática avala a muchos negocios que se dedican a gestionar la retribución flexible.
Incluso, startups tecnológicas se centran en ofrecer a medianas y pequeñas empresas soluciones de gestión automatizada que equilibran incentivos y fiscalidad para hacer más rentables y atractivos estos gastos.
Está por ver si este nuevo modelo supone un impulso a este tipo de incentivos entre un mayor número de empresas.